25.3.24

El último suicidio, por Cecilia Bainotto

 Julio 2013 

La noticia fue tapa de los principales diarios locales y provinciales, “Conocido empresario apareció muerto en Tío Pujio. El empresario, de unos cincuenta años, fue hallado por la policía provincial en las inmediaciones de la localidad de Tío Pujio. El cuerpo no mostraba signos de violencia. Se investigan las causas del deceso”. 

En la sección Policiales se ampliaban detalles del hallazgo: “…estaba colgado de un árbol, cerca de una casa abandonada, vestido con ropa deportiva. Su automóvil, marca Honda, a escasos cincuenta metros del lugar. La muerte dataría de unas ocho horas en coincidencia con la denuncia de los familiares que dieron cuenta a la Policía de la desaparición del hombre…”. 

Este no fue el único hecho policial. Otras muertes de características dudosas mantenían en vilo no sólo a la población de Villa María. 

 

Agosto 2016 

Tomás Castro terminó de escribir la nota del día e inmediatamente se la envió al director de la sección Policiales del principal matutino de Córdoba.  Era un especialista en el género y firmaba con el seudónimo Juan Capote. Cuando Castro llegó a Villa María por la tarde, se dirigió a la Biblioteca Municipal. Un edificio amplio y vidriado con un entorno verde que invitaba a permanecer en el lugar. El periodista y escritor trabajaba en una novela basada en hechos policiales resonantes. El material de consulta, además de entrevistas, lecturas de novelas policiales y ensayos de Psicología, eran los diarios de la época.  

En esta ciudad, once muertes no naturales habían ocurrido en el corto período entre julio y noviembre de dos mil trece. Lo inquietante es que los decesos se producían los martes al atardecer y la metodología usada era el ahorcamiento. 

En dependencias policiales, las muertes fueron caratuladas como suicidios colectivos. También en los estudios de abogados consultados por los familiares de las víctimas. Una forma de ponerle nombre a las cosas y demostrar la ineficiencia de la Justicia.  

Para el periodista, los casos no estaban cerrados. Sin embargo, sabía que los tiempos de un escritor no son los mismos que los de la Redacción de un diario. Castro tenía la suficiente obstinación y paciencia inspiradas en sus lecturas de policiales negros. Kurt Wallander había sido su héroe. ¿Qué periodista de policiales no tiene uno? 

 

Diciembre 2018 

“Un examen superficial de los sueños y fantasías de los locos basta para mostrar que la idea de una destrucción total del mundo está latente en la mente inconsciente”. Glover: Guerra, Sadismo y Pacifismo. 

 

El doctor Roberto Osborne recientemente invitado al IV Simposio de Neurología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts era algo más que un aficionado al ajedrez y un concurrente asiduo a la Biblioteca Municipal. Recién llegado, no pudo sustraerse a la costumbre semanal de sentarse frente al tablero de ajedrez para jaquear a la reina. Su contrincante era Malek. Entre ellos una fría cordialidad si es posible compatibilizar tal adjetivación con esa actitud levantaba un vidrio transparente que no excluía las formalidades del caso. 

Al doctor le atraían los ojos de Malek, fulgurosos por la pasión del juego y la cabeza fría para definirlo. Al contrincante, la inteligencia de Osborne y la lógica demoledora de sus argumentos. 

 Algo diferente sucedió esa tarde de diciembre: por primera vez, Osborne invitó a Malek a tomar algo en el bar de la Biblioteca. Tal vez para hablar de las novedades que traía de su viaje, o para hablar nomás, o por qué no, un intento de acercamiento sin la interposición del tablero. Todo era posible en personas dúctiles, acostumbradas a cambiar posiciones para ganar el juego. 

El lugar estaba concurrido. El bar se extendía al exterior en una explanada rodeada de senderos que llevaban a una de las avenidas de la ciudad. Una leve brisa movía los árboles del parque recuperado de los viejos terrenos ferroviarios.  

Los dos hombres hicieron el pedido desde la computadora incorporada a la mesa conectada al bar. 

Esto era ciencia ficción pocos años atrás. Usamos un ordenador sin mediar una camarera para el pedido. 

Así es doctor Osborne. Fíjese en el tren, que hoy une Córdoba con Buenos Aires en tres horas. 

El ruido sibilante del acero sobre los rieles apenas apagó el timbre de sus voces. El convoy de doce vagones frenó en la estación sin resuellos de gasoil o vapor. 

Tomás Castro, o Juan Capote en el papel, estaba sentado en otra mesa, a pocos metros de la de Osborne y Malek. De vez en cuando levantaba la vista del libro que leía para mirar distraídamente o apurar el vaso de gaseosa. 

El asombro nos supera. ¿Sabía que se usa un dispositivo en museos y bibliotecas que permite leer libros sin abrirlos? 

Años atrás escuché algo, aunque solo se podían leer diez páginas. 

Sí, se podían leer unas pocas páginas.  Pero hoy cualquier libro cerrado se puede leer completo mediante el dispositivo que usa ondas de terahercios. 

¡No se puede creer! 

En Neurobiología, por ejemplo, los adelantos nos hacen pensar en personas que sólo se comunican con el pensamiento. Los neurotransmisores nerviosos se adelantan a las palabras. A propósito, ¿usted recuerda los suicidios que se dieron años atrás en esta zona? 

¡Como no recordarlos, doctor! Nadie dejaba de comprar los diarios o mirar los noticieros para seguir las novedades. 

Le puedo asegurar que aquello fue un fenómeno del poder psicotrónico de la mente. 

Al escuchar el diálogo, Tomás Castro cerró el libro disimuladamente y abrió el grabador de su teléfono. 

Ah!, ¿cómo es eso? 

El poder se desarrolla cuando la mente se conecta con el objeto deseado. Es decir, cuando la conciencia se conecta con la materia y puede llegar a manejarla a distancia. 

Roberto Osborne tomó un sorbo de café y miró a Malek. La mirada atravesó el cráneo del hombre. 

Hace años, en esta biblioteca, o Mediateca, si le gusta más, se dictaba un taller de Programación Neurolingüística. Era los martes a la tarde en un aula que da a la avenida. Ese taller se dictó durante tres años. Eran seis los integrantes. Ellos habían logrado modificar las actitudes ante la vida programando su lenguaje. Cambiaban los filtros de la percepción del mundo. 

Malek lo escuchaba en silencio, casi sin pensamientos. 

Lo importante es que eso devino en un gran poder. La gente los consultaba y pedía consejos para concretar ilusiones y deseos. Se proclamaron “Los cofrades de ilusiones” y prosiguió con la mirada fija en los ojos de su interlocutor, el poder que tenían para solucionar, programar y argumentar hizo que se creyeran omnipotentes. En la creencia estaba implícito el poder psicotrónico de sus mentes. 

¿Existió algún hecho que probara ese poder? 

Un día, uno de ellos, estaba enfurecido con un usurero que le había embargado la casa a sus padres. Lo cierto es que las mentes de los seis trabajaron para liquidar a ese hombre. Sacarlo de la faz de la tierra. Entiéndame, liquidarlo virtualmente. Quitarle sueños, trabajo y familia, para transformarlo en un ente. A los pocos días, el usurero se ahorcó en un campo de Tío Pujio. Fue la primera perversión de los cofrades. Y después, bueno, siguieron con esa metodología para terminar con todo aquel que consideraran “indeseable”. 

Como si fueran mesías. 

El doctor Osborne, siempre circunspecto, mostraba los ojos desorbitados. Malek en silencio. A pocos metros, Tomás Castro seguía con el grabador abierto. 

Conoce los mínimos detalles de la historia. ¿Qué fue de los cofrades? preguntó Malek. 

Las peleas entre ellos se hicieron frecuentes y la Biblioteca decidió cerrar el Taller de los martes. 

¿Qué fue de ellos? insistió Malek. 

Dos viven en el sur del país. Uno creo que en el Matto Grosso, y otros dos en una ciudad de la provincia de Buenos Aires. 

Falta el sexto…  

El sexto soy yo, Malek. 

El hombre sintió un escalofrío y sus manos tomaron la servilleta de papel que se hizo un bollito entre los dedos. 

Usted confía en mí. Pero ¿no tiene miedo de que lo denuncie? 

No. Primero porque esta declaración no es prueba de nada y segundo, le aconsejo que no lo haga. Puedo leer su mente. Yo sé quién es usted, ¿recuerda el caso de la mujer desaparecida hace años? Aún la Policía Científica rastrea los campos, aunque se cree que el cuerpo cayó en la voracidad de los pumas. 

Los dos hombres se midieron el alma. El vidrio que los separaba se hizo añicos. Cara y ceca de una misma moneda sobre la mesa esa tarde de diciembre. 

La señal sonora de la estación avisaba la partida del tren a Buenos Aires. Tomás Castro cerró el grabador y pensó, mientras miraba el convoy, cuántas historias podían ocultar esas ventanas que se alejaban veloces. De muros y extramuros. Se alejó del lugar a paso rápido. Tal vez esa grabación podía reavivar la investigación de los suicidios y de la otra muerte, la de la mujer que se bajó del automóvil de su esposo y nunca más se supo de ella. Se dirigió al Aeropuerto. 

Malek sintió miedo. De un pasado que escondía mucho más, y de Osborne. Algo pasó por su mente y lo desechó con violencia como a una araña trepando por el cuerpo. No sea cosa que… 

Vamos Malek, vamos a lo nuestro -dijo el doctor invitándolo al juego. 

El cuerpo de Malek parecía el de una marioneta que se mueve sin voluntad propia. 

El tablero estaba junto a otros como ciudadelas con las piezas quietas esperando ser derrumbadas por los jugadores. Malek supo que había comenzado un juego siniestro y no pudo concentrarse. Osborne, casi en épica de guerra, desplazó en contados movimientos las blancas de Malek. 

Cuando los dos hombres salieron de la Biblioteca, la ciudad mostraba las luces a pleno. Se despidieron con un saludo de hielo. Al subirse al automóvil, Malek pensó que Osborne era una amenaza. No dejaría pasar el día siguiente sin hablar con el Comisario Peñaloza. 

Al llegar a su casa, sintió que una fuerza extraña lo arrastraba al infierno. Su hijo le preguntó, “¿te sentís bien?” No respondió. Abrió la puerta y cruzó el parque. Entró al pequeño cuarto, depósito de aquello que una casa arrastra al fondo. Casi en actitud involuntaria sacó de un cajón una soga.  

Era de noche y no era martes.

18.3.24

Perplejidades sobre un oficio, por Javier Fernández Paupy

 

[Sobre Manual del Pintor Oficinista, Mariano Combi, homo faber, Buenos Aires, 2023, 124 páginas.]

 

Mariano Combi en su Manual del Pintor Oficinista despliega un abanico de posibilidades en torno a la figura del pintor, entendiendo, a su vez, al pintor como un estereotipo del artista y al oficinista como un estereotipo en sí mismo. Combi deshace clichés y los retoma como si fuera posible, en un doble movimiento, pensarlos una vez más o verlos desde otra perspectiva, sacándolos del lugar fosilizado en el que descansa la percepción. Combi evoca lugares comunes, los confunde y los vuelve a pensar. El gesto es mostrar materiales de trabajo, palabras y líneas sobre una hoja lisa. Por un lado, palabras combinadas con un carácter de fórmula o sentencia que parecen proposiciones lógicas y, por otro lado, dibujos que replican el contenido proposicional de esas frases mostrando el desacomodo inevitable de la identidad entre lenguajes o, a la inversa, dibujos explicados cuya descripción desacomoda y también fascina porque obliga a explicitar una relación misteriosa y automática en la impresión del pensamiento. Hay un cruce de hemisferios en cada página del Manual del Pintor Oficinista. Una suerte de archivo de formas de pintar y ser artista que Combi propone, a la manera de un prestidigitador que nos muestra cuál es la carta marcada para que descubramos el artificio. Como si yo tomara esta sentencia: «El escritor pone las palabras en frases». Es y no es una obviedad. Es y no es redundante. Pero la frase que parecía patente se vuelve misteriosa, más profunda, compleja. Como si se escondiera, en lo que tenemos delante de los ojos, una verdad cifrada.

 

Manual del Pintor Oficinista es, en su literalidad, un libro de afirmaciones más o menos lógicas, más o menos delirantes sobre las múltiples posibilidades del pintor. Es un manual que parodia el género didáctico. Pero en su vertiente paródica no agota la primera lectura sino que la problematiza porque critica satíricamente preceptos dados de antemano, a la vez que nos conduce hacia el final de su libro con levedad, gracia y sentido del humor. También es una pequeña historia oblicua y pop del arte del siglo XX, con retazos intertextuales y guiños para aficionados a la historia del arte. Es un homenaje y, asimismo, es posible leerlo como un poema, descubriendo el poema que subyace en toda lista. Pero, desde cualquier punto de vista, el Manual del Pintor Oficinista es un manifiesto, un tratado sobre el tema, un libro que se pregunta por el sentido figurado del lenguaje y por la literalidad que reside en una imagen. Hay algo surrealista en la conexión de imágenes, algo hiperrealista, algo peronista, algo naif en los textos, algo sarmientino en su tono falsamente didáctico.

 

En relación a la explicación que propone la “Nota introductoria” sobre el origen del libro, quizás sea posible delimitar sus alcances. Por un lado, estamos delante de algo que sale de una asociación de ideas a partir de un dibujo surgido de la pulsión de dibujar algo. Por otro lado, se propone como una serie sobre la didáctica del dibujo o la pintura. Combi señala, en la primera página del libro, que se trataría de una «(…) parodia a esos clásicos manuales de dibujo y pintura, haciendo un peculiar repaso por ciertos personajes y episodios de la Historia del Arte del siglo XX». Por otro lado, sobresale ese intento de reflexión sobre «las distintas ocupaciones de un artista, su lugar en la sociedad, su pertenencia a un entorno a grupo social determinado». El breve texto “La administración del tiempo” es en sí mismo un manifiesto. Una de las aristas más sobresalientes de esta pequeña genialidad consiste en proponer una reflexión sobre la misteriosa ocupación del tiempo en la que incurre el artista y sobre la relación, nunca dada de antemano, más bien tensa y muchas veces contradictoria, entre el trabajo de artista y el de asalariado.

 

Leo el Manual del Pintor Oficinista, de Mariano Combi, y pienso en algunos ejemplos. Eduardo Sívori nace en el seno de una familia acaudalada, toma clases con grandes maestros, pinta a sus anchas con el respaldo material de una vida que puede consagrar a la pintura y al perfeccionamiento de su oficio con maestros, muchos de ellos europeos. Fortunato Lacámera toma clases en la Sociedad La Unión de La Boca mientras trabaja como aprendiz de telegrafista en el Ferrocarril del Sur para sobrevivir. Sultana Neder nace en el Líbano pero viene a la Argentina de muy joven, estudia en la Escuela Nacional de Bellas Artes y el paisajista marino Justo Lynch es uno de sus maestros, con quien van al puerto a pintar al óleo. Henry Darger trabaja en la limpieza y por las noches, en su casa, engrosa el manuscrito de La historia de las Vivians usando muchos de los desechos y la basura en forma de papelitos y residuos escolares que recolecta en su jornada como ordenanza. Daniel Jhonston trabaja en un McDonald’s cuando graba su música en cintas de cassette y se las regala a desconocidos que le resultan simpáticos y, sobre todo, a mujeres, para que vayan a sus conciertos. Roberto Arlt escribe en las redacciones de los diarios en los que trabaja, robándole tiempo al tiempo. Bukowski trabaja como cartero de día y por las noches escribe poemas y narraciones, se emborracha con cerveza y whisky, escucha Brahms y Bach en la radio. Robert Walser, en un sanatorio para enfermos mentales, sobre el final de su vida, escribe en unos papelitos que meses después de su muerte, una enfermera encuentra prolijamente guardados en una caja de zapatos. Kafka, oficinista perplejo, escritor compulsivo, se inspira en la maquinaria burocrática de la empresa, analiza esa lógica austrohúngara hasta llevarla a un plano metafísico y sublimarla en el imaginario de muchos de sus libros. El Manual de Combi invita a pensar en estos casos y en otros. En biografías de artistas oficinistas. En las formas de colapsar el ritmo de la burocracia y de la maquinaria productiva, de aprovechar el envión de la exigencia deshumanizante del trabajo, de su lógica absurda y de su orden para modelar la pieza que se sale de la serie sin poder correrse del todo de la serie en la que se inscribe. Una concepción del trabajo del artista como ese que es capaz de incitar su propia trascendencia a contrapelo del tiempo visible y rentable.

 

A la vez, el Manual extrañifica la mirada sobre lo que es o no es la pintura, el pintor, la obra. En algún punto esencializa porque reduce un oficio a su esencia. ¿Pero cuál es la esencia de una ocupación artística sino ser eso que es? El Manual problematiza las condiciones materiales de vida de un artista. «Usar el dinero obtenido en un trabajo para realizar otro, ese que no termina de ser trabajo», leemos. El Manual va de lo obvio a lo que se oculta en lo evidente. Muestra también la ridiculez de las contradicciones. Así, «Una Pintura sin marco no es una Pintura» y «La Pintura no necesita Marco». El Manual participa del humor sutil y extraño a la vez que reduce a lo extravagante las premisas básicas del oficio. No se trata del encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección, del que hablaron los dadaístas sino del cruce entre obra y técnica, entre la obra y las diversas formas en las que se enmascara la vida material de un artista. Una noche Combi mira un autorretrato de Giorgio de Chirico, lo copia y anota en la hoja: «Pintor Oficinista». Su Manual trasunta la urgencia y la necesidad de producir que sacude a un artista. Ese impulso vital sin el cual no podría sentirse libre. Un libro de dibujos de línea que alude a pintores y que, en suma, es una exaltación del dibujo. Desde la foto de Matisse al lado de una monja en la primera página de este libro fino, editado con pericia artesanal, nos anticipa que Manual del Pintor Oficinista participa de un uso peculiar del capricho, de lo absurdo, de la libertad creativa y que, aunque se lea de un tirón en menos de diez minutos, es uno de esos objetos maravillosos a los que vamos a volver, una y otra vez, para encontrar más preguntas.

 

«No sabemos qué es lo que hace que el Pintor sea Pintor», leemos en la última página del libro. Esa incertidumbre recorre la mirada que tiene Combi sobre el oficio. Como si en cada afirmación se encubriera una duda, una vacilación, una paradoja, una perplejidad sobre el oficio.

12.3.24

Gótico Ganadero, por Santiago Armando

 

 

Estuve muy alzado con una señora, parece ser que mi única opción de mujer con tiempo libre son las jubiladas, pero solo soy un célibe cultivador discapacitado. Ella me dijo que fuéramos al Four Seasons de Recoleta a 710 lucas el día, genial, espero que consiga  pretendientes, yo no le he vendido que soy nada, simplemente me ha tratado como un simple hombre y hemos terminado, soy pobre por voluntad propia.

 

 

Un panadero angelito

soplé en el culito

de Fray Asno

atrás del cementerio

mientras bajaba la sombra

sobre los ángeles y los santos

 

En la terraza con palmeras

ella con malla

muy acalorada habla

en mi terraza con plantas

pelopincho y gazebo

le rasgo la bombacha

y hacemos bailes

de delfines rosados

y rotamos en tijera

en la turba de agua

con desgarros de Valeria Lynch

hasta que acaba con lagarpijas

y los grillos 

 

 

Canta Django y descorchan

champetas de esperma

y bandejas de fugazzeta

para el pullman petero

y las primeras plateas

oh ventilación y los negros

del servicio de limpieza

recogen los restos  

 

El porro

el aire

el ventilador cruzado

el chat, la paja

las milanesas

el olor a pedo

Y la siesta

 

 

Para el olor a pedo mezclado de las parejas se prende palo santo. Shanti.

 

 

Faldas folclóricas

 

La acequia la saltan las mozitas con fuentes de empanadas, se ven plateaditos unos pecesitos cuando a veces los cruzan con suspiros, son los pescaditos boliteros. Hay bailes de faldas tomadas con pañuelito por todo el mundo, en La Quiaca y en Hungría, en Texas y en el Volga. En oriente solo con el yoga.

En el jardín de la casa de té los sadhus hacen su yoga y las mujeres les pasan la merluza por arriba, milanesita marrón canela y gordas de silos carnosos, abotinados. El yoga en el aire con la postura de tomar carrerita de ponerla bien hincado a fondo toda para arriba y pling, cuelga el genio de dibujito animado, y no estar. Oculto en la guarda del viento, sus rasponcitos para dormir fresquito con el sitar monótono hasta el toque de luz de las hojas del álamo que cortaron.

 

Por fetichista natural, hombre representativo, gustaba de una engolada animadora cultural con voz de locutora con la que me hacía pajas por teléfono, va a salir en un programa de radio, me ha dicho, le mandaré obscenísimos mensajes de oyentes nigerianos. Así el mundo en clímax con la tercera edad. Pido perdón a Dios por mi lujuria morbosa y levanto mi cruz hasta donde llegue.

Ya no puedo inventar más chistes sobre los hombres ni tampoco vivir ni contar cosas ni crear nada. Solo soy un cultivador discapacitado y folclorista aficionado.

 

 

Esta es una casa de familia

 

Qué es esta vida para mí

si no te puedo despedir,

amor

con tus libros

en el techito si hay viento

o con el aire a oscuras

con el ventilador cruzado

antes de la siesta

y por las noches me amas

hasta mi horita de sueño

como te jactas en llamarla

"te la pongo a las once,

te la saco a las cinco de la mañana"

y toditas tus mierdas

que demasiado me molestan,

nunca fuimos amigos

tengo dos hijos

mucho trabajo

y soy divorciada

 

 

La CIA Paraguaya

 

La china infernal

venía adosada a un enano

puto y meado

vinieron allá

a mi cumpleaños, el veintiséis,

(después conocí

al imitador de Sandro con peluca)

me hizo el aguante el Ruso Cherni,

Bea, la guía, y alguno más

pusimos unos temas

se fueron temprano

y me quedé con la tigresa

y el puto

alzadísimo,

la china se partía

bailando en mi cuarto

era un despelote

y el gordo puto

sin más remedio me dijo

que si no me lo cogía primero

había que ponerse

y yo me había gastado la guita

en el asado y la bebida

y se fueron

 

 

quiero tocar el maqam iraquí de la muerte

así quiero irme

por la pena y la soledad

entre las cuerdas lúgubres del laúd

como mi hermano con su voz

en sus últimas noches

hasta la madrugada

 

 

voy dejando mi pulso

para olvidar mi sangre

a las arpas celestes

de las ánimas

 

 

para descansar hay que coger
y tener un orgasmo
con las pastillas no se descansa
yo trabajaba muchísimo antes
pero no me dormía
soy nocturno por célibe, casi
es dificil vivir
tiene sus normas la biología
coger y trabajar
para dormir
Y sigo desprovisto,
preadánico
en el mundo
pero muy emponchado



a Greis

 

estás cansada, tendría

que reformular mis horarios

pero hay unos masajistas cubanos

siento la suavidad de tus manos

sacándote fotos

y pasa el molusco profuso

por mi cara

y te lo dejo al aire

en la pradera

con chorrito de estatua

 

 

Elon's Global Defense System

 

Cuando me llamaron de Cancillería

para acompañar a Javier a Israel

Le pregunté al gordo Benji

Can Iron Dome put down a

nuclear missile?

Y ahí quedó regulando

La desactivación eléctrica

sostenida en el viento

con tensores a órbita baja

de hilados de Internet

al Starlink,

te la hace Elons,

llamalo, le dije.

Ya lo terminaron

Nos regalaron un Iron Dome común

Para la represa de Itaipú

Se lo mangué por el pacto Irán-Bolivia

Y fue todo un servicio gratis

de mi pensión

de Alberto

que llegó

a la media hora

de mi hermano muerto

al buzón

de la mano enguantada

de Juan Domingo Perón

 

 

Los tanques transformers de Milei en las villas destruían las vigas y ladrillos huecos sin revocar, según ellos solo sonunos techitos y unas camas, agua, y tapar olor a mierda con internet, que sus manos hacían polvo hasta la frambuesita destripada. Venían construyendo Karina City con su caravana azul de arpista celeste de las ánimas, y ella siempre estuvo ahí con paneles de propagandas atrás y con las luces y los reporteros en los eventos y nadie la degolló al instante porque sigue y sigue la joda

 

 

Desde que funcionarios de la ONU estuvieran activamente implicados matando israelíes, cuando lo veo a Osvaldo Laport y otros artistas tipo Pelito mangueando para refugiados me digo que es un negocio de Macri con los emires o jeques para financiar a Hamas.

 

 

Adiós discurso, adiós retórica y relato, los pozos de la lengua triturada como un litio de boludos que no hablan, y nunca se para de hablar, pero se hace silencio. Hay uno que manda a diluirse en los libros. Hablo solo en la noche siempre misteriosa de Buenos Aires, llena de bichos Bosch y trava serpents con Osvaldo Terranova de Arzobispo, nos gusta el silencio y chuparnos, nos gusta el viento y los grillos del bajo. Nadie dice nada de como sopla el río sus volvos por el burlete de la ventana en los pisos altos.

 

 

Por favor difundir la excelente cartelera del Cine Cosmos, uno de los últimos cines decentes de Buenos Aires, vayan si pueden, no vaya a ser que lo cierren porque no da plata y quedarse bobo y paralítico viendo Nefli. Esta semana dan No hay osos, de otro cineasta iraní con prisión domiciliaria, Jafar Panahi.

Y Néstor le hizo la bomba atómica al ayatollah. Luego mataron al fiscal de los judíos que investigaba los atentados de Hezbollah a la AMIA y La Embajada.

 

 

Camino de la cruz

 

tres versos tontos por día

por un tomatito cherry

me alcanza para vivir,

 

y la eucaristía

para el peso justo del alma

de la comunión de santos

 

voy por la miseria emponchado

con mi bolsita con la biblia

y los libros de santos

 

 

Fantasma

 

Tres avenidas empedradas

con estación de tren daban

a la morgue de la universidad.

Otra vez allí siguiéndola,

me perdía entre otros cursos

por las escaleras,

salas de lectura de apuntes

de paredes blancas, y volvía

a la avenida repavimentada

con el tranvía

a ver los negocios viejos

de cotillón. los carteles, el polvo,

la gente escuálida, enjuta,

la sombra poquísima.

El viaje de siempre.

                                                                  ***

 

Leo un poco el Céline panfletista de Dupont en Cuarta Prosa para “levantar su taller”, como decía. Su introducción al curso de Céline como un ensayo profesoral en una revista literaria. Todo el mundo cargando con su campaña publicitaria. Leo desbordes, transformaciones obvias, y paro. Nada de Guerra, ni de la traducción nueva, ni del Krogold ni el Londres, nada ni nadie. Paso a lo de Savino, su género se pone mustio, se le llenó de humedad. Sus personajes son poses. No a los emocionantes que nos alejan de diluirnos en los libros, predica en el primer párrafo, para seguir con su género viejo de siempre y sus amigos que son unos re originales. Vi su conferencia sobre Debord en España. La literatura argentina está en la morgue.

 

                                                                ***

 

Dos crotos rumanos cogen en una ciudad liberada a bombazos, en un puente, en donde pueden, después son sapos al lado de un papel con renglones más anchos con forma de celular con tapita con sus ojitos de cámara .

 

Verónica duerme en mi cuarto con el marido, yo busco el celular y uso unas chinelas que son náuticos azules y grises, me presta el teléfono viejo del marido pero no lo entiendo y le pregunto a mamá si vio el mio y me lo señala. Increíble discapacidad o torpeza para manejar los teléfonos.